En esta isla de parajes salvajes se encuentra la Estancia Kaitien, donde vive el matrimonio formado por Marisol Maalouf y Alejandro Marusic y sus cuatro hijos. Hace tres años, abrieron las puertas de la casona para dedicarse al turismo rural. Los visitantes que llegan a este lugar lo hacen atraídos por el paisaje, vivir la experiencia del ovejero ganadero, y la posibilidad de desconectarse en armonía con la naturaleza, además de la pesca deportiva. El estallido social y la crisis sanitaria han impactado el negocio, pero Marisol Maalouf tiene la convicción de que saldrán adelante, porque “hacemos turismo rural, estamos en la mitad de la isla, alejados del mundo”.
Hace 34 años, la santiaguina Marisol Maalouf se trasladó a vivir a la Estancia Kaitien (palabra Selk’nam que significa relajarse), ubicada en el centro de la Isla de Tierra del Fuego, que construyó el padre de su marido magallánico, Alejandro Marusic. Tuvo amor fulminante -confiesa-con la belleza embriagadora de los parajes, donde todavía corren libres los caballos salvajes y los cóndores sobrevuelan a su antojo las cumbres de la cordillera de Darwin.
En esta isla de paisajes prístinos, ubicada a 2.328 kilómetros –distancia en avión-de Santiago, que fue bautizada así por Hernándo de magallanes al ver las fogatas de los Selk’nam (pueblo originario de la Patagonia), se asentó y tuvo a sus cuatro hijos, hoy 2 profesionales, y 2 estudiantes universitarios.
Hace tres años, los Marusic Maalouf decidieron abrir las puertas de la Estancia, de 8.000 hectáreas, para dedicarse al agroturismo y compartir su actividad ovejera con los que quisieran adentrarse en esta exótica aventura.
Sin mayor publicidad, la empresa familiar dio sus primeros pasos y comenzó a recibir a familias y grupos de amigos de la Región de Magallanes y también de otras ciudades del país, además de Estados Unidos y Alemania. Llegaban atraídas por la belleza y tranquilidad de las laderas, por el interés de practicar la pesca y palpar más de cerca la historia de Tierra del Fuego, que es una de las 30 islas más grandes del mundo y posee casi 48 mil kilómetros cuadrados compartidos con Argentina.
Les fue bien- admite – Marisol Maalouf- porque los viajeros se encontraron con un hogar que es atendido por sus propios dueños, donde abundan el afecto, alegría, entretención y también la cultura.
OVEJEROS POR UN DÍA
En este trabajo dividen su tiempo entre la ganadería y el turismo. En la Estancia reciben grupos de hasta 12 personas los que reservan por una estadía mínima de 2 días -la temporada va entre el 15 de octubre y el 15 de abril- según la actividad que quieran realizar.
Cuando arriban al lugar se enciende una fogata y se les brinda una bienvenida, donde no faltan los platos con exquisiteces típicas y el relato de algún trozo de la historia que pone de relieve la cosmovisión y vida de los Selk’nam.
Los turistas que quieren conocer el trabajo que se realiza con el ganado, participan de la esquila, que consiste en sacar la lana de las ovejas, y conocen cómo se trabaja con los perros. Pueden realizar también cabalgatas, y visitar vestigios de épocas geológicas, representadas por afloramientos de troncos petrificados.
Junto con ello, pueden realizar caminatas por estos parajes que todavía conservan su aspecto salvaje e interiorizarse de su flora y fauna.
Gracias a su céntrica ubicación, además , otros viajeros llegan movidos por el interés de conocer la isla y realizar excursiones hacia otras bellezas naturales, como la reserva natural Parque Pingüino Rey, ruta Vicuña Yendegaia, Seno Almirantazgo, sus ventisqueros, y Usuahia, entre otros.
Una de las grandes atracciones de la Estancia es su pesca deportiva. En este mismo lugar, los visitantes se encuentran con el río Cachimba, en donde la pesca con mosca o cuchara en estos Spring Creek es realmente fascinante, pudiendo capturar truchas migratorias Sea Brown, marrones residentes y arcoíris .
A unos 65 kilómetros de la casona, se encuentra el río Grande, siendo uno de los más importantes en la pesca de trucha en Sudamérica. Acá se puede obtener la “sea run” o trucha de mar hasta de 14 kilos.
CASONA INDEPENDIENTE
La casona donde llegan los turistas es la residencia de la familia , en donde pueden alojarse solos, o compartir con la familia ganadera. Tiene cinco dormitorios: tres con cama matrimonial, uno con cuatro camarotes y otro con dos. Cuentan con dos baños que sólo son para el uso de los viajeros.
Marisol cuenta que los turistas pueden cocinarse ellos mismos, solicitar las comidas familiares, o bien pedir el menú local, elaborado con centolla, cordero alimentado con pastos libres de productos químicos y verduras de la huerta orgánica, entre otros. Entre todos también pueden disfrutar de un rico asado al palo.
Durante su estada, los turistas pueden participar de talleres de cocina que dicta esta familia de tradición magallánica y aprender los secretos para hornear un rico pan amasado, hacer el pebre o el chupe de centolla.
“La gente cuando se va de la Estancia lo hace ávida de aprender más cosas”, añade la dueña de casa.
“TOMAREMOS TODAS LAS MEDIDAS NECESARIAS”
El estallido social, de octubre del año pasado, y la crisis sanitaria, causada por los contagios del nuevo coronavirus, impactaron el negocio y algunos turistas empezaron a anular sus reservas.
Marisol Maalouf no baja la guardia ante la pandemia y tiene la convicción de que su negocio saldrá adelante.
“Tengo esperanza, porque hacemos un turismo rural, estamos en la mitad de la isla, alejados del mundo. Tomaremos todas las medidas que sean necesarias e iremos evaluando”, remarca ante la posibilidad de que comiencen a llegar nuevamente los turistas deseosos de adentrarse en la historia de estas enigmáticas tierras del extremo austral de América del Sur.